Crónica de una muerte anunciada en tres actos. Acto 3: Revolviendo en el cajón de la ropa de la abuela.
Ya a su hora, el resto de invitados al aquelarre. Un pobre simulacro de dandy, Aravaca's Style, con una sonrisa manifiestamente mejorable y más pulseras de hilo en la muñeca que una cría de garza común en cualquier anillado de primavera en Doñana; el conocido manchego risueño, eternamente satisfecho de verse el careto mientras se afeita cual Narciso en el estanque y, albricias!, el único ceporro que se haya conocido en la empresa nodriza. Por supuesto, de momento. Todos ellos encantados de haberse conocido y con escasos modales para asistir a funerales, como el que se celebra en el sur de Madrid desde mayo pasado. Tanto dinero dilapidado en colegio de pago para olvidar lo elemental. Con semejante carcunda y por sorpresa hubo que compartir mesa y mantel. Suerte que frente a un plato de viandas y en compañía no deseada, millones de años de evolución desde Atapuerca han desarrollado en mí como legado la facultad de cerrar los oídos a la par que abro la boca, todo ello acompañado de un leve cabeceo, cual figura de perrito dálmata sobre la bandeja de un Seat 131 Supermirafiori, que simula prestar atención. Cierto, no son los superpoderes de haber estado sobreexpuesto a la radiación de rayos gamma o a la picadura de una araña de laboratorio, pero ¡dios salve el hombre de las cavernas! Habría que comprobar si, además, son reversibles como los chubasqueros del Decathlon y en buena compañía se me abren los oídos y cierro la puñetera boca, lo cual no vendría nada mal a mis sufridos interlocutores y a la humanidad en general. Este experimento queda en vuestra mano y al albur de vuestro amor por el método científico.
Ya lo veis. Me mantengo muy pesimista, atrapado en un destino muy poco halagüeño, mientras sueño con tres improbables escenarios de salvación: resultar víctima del Covid19, que la propia empresa amiga sucumba a la crisis que se avecina y suspenda incorporaciones o mi cien mil veces imaginada verja oxidada a orillas del Pacífico en cualquier chamizo de las Islas Cook tras un Euromillón al que no juego. ¿Se vislumbra alguna otra posibilidad?
P.S. Habiendo puesto casi toda la recolección de la cosecha de mi vesícula biliar de los últimos tres meses sobre nuestro amado líder y la repugnancia que me provoca su existir ignominioso, aprovecho este añadido para reconocerle una importante virtud. Qué no se diga que mis meninges solamente excretan vinagre. Vistos todos y cada uno de los elementos de la recua que nos visita desde el otro lado del muro, convendréis conmigo que nuestro aventajado discípulo de Baco tiene mucho más tino con la selección de personal. En mi opinión, no hay color. Creo que cualquier departamento de rrhh medio diligente se lo habría llevado antes. Sin lugar a dudas.
P.S. bis: No cambio ni una coma de lo que vomité el 12 de marzo pasado. Simplemente, incidir en que lo peor, como siempre, aún estaba por ver. Lamentablemente, me temo que ya lo puedo confirmar en este febrero sin sal.
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