Albertito

Por si no se había notado todavía, confirmo que me empieza a desagradar el tufillo reaccionario de la nueva tripulación que regenta esta batea de medio pelo que deriva de forma inexorable hacia un naufragio estrepitoso y quién sabe si definitivo porque, le pese a quien le pese incluido Toni Cantó, esta nao no va mas allá de una barquita de litoral. Nunca me gustó la dación en pago y todos los que me conocen han soportado ad nauseam una retahíla de dudas que me surgen al respecto como para no seguir dando la tabarra con ello. Sin embargo, es sabido que pese a la escasa confianza en mis congéneres que me caracteriza (todavía tengo espejo en sobre el lavabo y conozco los bueyes con los que estoy arando), siento profunda admiración por las causas con capacidad de convocatoria. No es una admiración moral, tampoco les otorgo una supremacía de juicio, es algo así como la inquietante perplejidad y renovado asombro que me genera el aguante antinatural de las claras de huevo a punto de nieve que dan estructura a un soufflé. El caso es que me fastidia sobremanera lo que se está haciendo con una ILP que se despacha con dos trincherazos, un bajonazo alevoso y cuatro descabellos, y mucho más cuando la ILP cuenta con el respaldo de casi un millón y medio de sujetos que ponen sus datos donde indica los "abajofirmantes". Desde luego, si éste es el espíritu de la segunda transición, estoy por colarme para hacer noche en el palacio de Linares pertrechado con una güija e invocar de nuevo las lágrimas de cocodrilo de Arias Navarro.


Como era de esperar en un sujeto caprichoso y arbitrario como el que suscribe, uno, además de ascazo en general, mantiene viejas fijaciones respecto de alguno de los sobrecargos de la nave. Desconozco de plano la opinión que Freud o sus discípulos pudieran tener al respecto, pero tengo entre la innumerable lista de sujetos que me entran por el ojo izquierdo, cuando no por el innombrable, al actual Ministro de Justicia. Ya como joven cachorro de la entonces carca AP me erizaban sus apariciones, qué decir su metamorfosis kafkiana en incomprendido progre por el "nostalgicismo" patrio. Se me abren las carnes sólo de pensar en el estupefacto rostro de su progenitor, ese que según Peces-Barba le espetó aquello de "Conservador yo? Tenías que conocer a mi hijo Alberto, ese sí que es de derechas", de haberlo visto convertido en el pim, pam pum del rebaño de abrigos de visón que se han manifestado sábado sí, domingo también, en la madrileña plaza de Colón en los tiempos de ZP. Mamma mía, en este país puedes ser cofundador de la CEDA que si das un par de entrevistas a la SER y te haces el simpático con el mundillo de los titiriteros, te conviertes en un replicante de Jorge Vestrynge sin solución de continuidad.

Hubo un tiempo en que su pedanteria, en perfecto maridaje con la megalomanía de sus actos me sacaban de mis casillas. Ahora, metido en el lumpen de los meritorios a sucesor del presidente orwelliano del que disponemos, toda esa cobertura de soberbia y vanidad ha quedado en segundo plano y sin embargo está saliendo a relucir el personaje mas auténtico que había dentro del siempre moderado D. Alberto, ese perfil que le hacía destituir a un director general de su tele en propiedad si esta emitía algo que no le gustaba: un demócrata de toda la vida de Dios. Claro, la cabra tira al monte y el vanidoso tiende al uso y abuso del globo sonda con el fin de obtener feed back fiable de la imagen que sus indecisiones muestran en las pulidas aguas del estanque de las empresas de demoscopia. Así, "Narciso" Ruíz Gallardón empezó por lo que más le pone a un sujeto de alta alcurnia y a base de gravar con tasas el acceso a la Justicia, ha tratado de convertir ésta en un selecto club con derecho de admisión, donde ahorrarse la desagradable presencia de las cuitas de los miserables. Apretado por la tutela judicial efectiva y, qui prodes, sobre todo por la poca gracia que hizo a las ratas que viven a costa del imbricado proceso de ajuste de cuentas en los tribunales ante el hecho de perder a esos clientes, que aunque pobres y sin abolengo que los defienda, pagan religiosamente sus opulentas minutas, nuestro protagonista no tuvo rubor a la hora de practicar un arabesco en el aire y, al mas puro estilo de la yenka, ejecutar el bochornoso paso atrás. Pronto se apuntó al oxímoron de las condenas perpetuas revisables, que imagino vendrán a ser como la virginidad de la parturienta en el pesebre o como el puñetero "abrefácil" de las latas de conservas cuando la anilla se queda cual anillo de palomo en tu índice mientras recuperas los conocimientos de hebreo para declamar ante el cielo de manera políticamente incorrecta.
El caso es que mola hacerse el sheriff más duro del condado y apuntarse al linchamiento siempre es un acto que caracteriza a los populistas como D. Alberto. Y como no podía ser de otra forma, cómo no, le ha tocado al aborto. Otro de los totems con los que hacer curriculum en el rebaño de visones del que os hablaba. Aquí, mi querido Alberto te has pasado tres pueblos. Todos los que te seguimos desde hace tiempo sabemos que durante el anteproyecto vas a apuntar a máximos para colarnos la reforma que en realidad anhelas sin vaselina siquiera. Me reitero en lo que dije respecto de que el globo sonda es tu juguete favorito, a diferencia de tu compañera de Consejo de Ministros que prefiere los de helio. Pero hablar del riesgo de la madre embarazada como un "pretexto" se habrá sonreído con suficiencia en la sala de conferencias de La Razón, mas si éste fuera un país serio y su pueblo mereciera algo más que poco pan y pésimo fútbol, te hubiera costado el puesto en cinco segundos y literalmente el pellejo en hora y media que es lo que iba a tardar yo en escaldarte. Tiene muy poca guasa el resbalón semántico, cuya esencia, por cierto, es parte de los eximentes en el Derecho Penal desde tiempos inmemoriales donde aparece como estado de necesidad. Nadie está obligado a poner su existencia en riesgo, ni siquiera para salvar la supuesta vida de otro. Las madres tampoco. Pero lo que me jode no es seguir recitando obviedades que el señor ministro conoce de sobra, lo que me castiga la vesícula es pensar cómo se manifiesta nuestro ilustre cuando echa un vino en la taberna, porque si en conferencia escrita y leída apuesta por la jerga de serrín y servilletas sobre papel en el terrazo desgastado, no hace falta mucha imaginación para escucharlo entre cáscaras de gambas soltar aquello tan popular de "caro se les va a poner a los rojos su hobbie favorito" o perlas de ese calibre.
En fin, mejor ir terminando y gastar nuestro preciado tiempo en actividades próximamente predelictivas.



Comentarios