Sin comerlo ni beberlo se nos ha presentado el día. Esta noche nuestro monarca "el preparado" saldrá a la palestra y pasará el trago amargo que le toca, seguramente con la ilusa idea de decapitar al padre para salvar a la hija. Porque si algo tenemos los habitantes ibéricos es la tenacidad para seguir esperando lo que la tozuda realidad se niega a mostrarnos. Y sin embargo, para este pájaro no me queda condescendencia. Sí malgastaré parte de mi escaso entendimiento para tratar de comprender cómo va a salir del brete. Me entretiene de lo lindo imaginar al regente en aprietos todo este mes previo a leernos el discurso. Es probable que la energía disipada por los tachones de la tinta emborronada de su Meisterstuck 149 fuera suficiente como para alimentar una planta de recarga de Tesla para seis meses. La soledad de su regio despacho, la ténue luz de la lámpara, el mullido del tapete verde de escritorio, sin duda, todos ellos habrán sido testigos de los sudores fríos que generó la presión del papel en blanco. También seguro que resultaron testigos de los momentos de dispersión, tan mediterráneos, que habrán sobrevolado la cabeza magna. No me es difícil intuir la vista regia en el infinito y la cocina de su imaginación reelaborando trampantojos con los recuerdos felices con sabor a frosting de cupcake, si en ese instante los derroteros viajaban a los paseos por las orillas del Potomac con Gigi en Washington, o con el regusto a omega 3 incrustado en el paladar, cuando la nostalgia haya tomado rumbo al frío existencialismo de Eva Sannum.
Y es que sobre todas las cosas, lo que más une a los habitantes de este secarral ibérico es nuestra incapacidad absoluta para gestionar la realidad y, muy especialmente, la segura merma que siempre trae consigo en comparación con los escenarios construidos por nuestro deseo. Qué socavón no se formará en la autoestima de un sujeto como su majestad, que no ha conocido la respuesta "no" a sus anhelos en el largo medio siglo de existencia. Si hasta le toleraron maridar sus glóbulos azules con el solomillo de la plebeya presentadora de las noticias. Le va a costar ir haciéndose a la idea de que disfruta de los últimos estertores de su impostado papel y más vale que pronto que tarde empice a planificarse un retiro dorado, donde lo más que sufra el gaznate real sea a resultas de la insolación por falta de crema con protección solar. Yo, que siempre he tratado de ser un súbdito ejemplar, desde mi más cándida osadía le voy regalar un destino a su inquieta majestad. Querido Philip el sexto de su nombre, toma nota. Agénciate un chamizo con mecedora, botella de bourbon y verja oxidada en la costa de Rarotonga. Allí todos los elementos confabularán en favor de su ataraxia y no camino del desastre, como aconteció con los barcos de su homónimo antecesor. Que sí, que esta gente de las antípodas tiene fibra, llega Amazon y el surtido de sadwiches del Seven Eleven se repone todas las semanas desde la vecina Nueva Zelanda. Estás tardando.
P.S.: Casi un año completo más lejos de todo y, por ende, un año más cerca de nada. Otra de esas muescas hirientes que nos regala el simple discurrir del tiempo. Que yo conozca, solamente la música y el alcohol pueden disfrazar la tragedia. Dejemos que se encarguen de ella las siete notas por el momento.
Comentarios
Publicar un comentario