Tormentas Imaginarias

Las tormentas de verano han cumplido su papel. Los informativos han dispuesto a su antojo de la dosis de sucesos y, los que llevamos ya un buen rato combustiendo oxígeno, hemos escuchado en sus truenos el pistoletazo de salida del estío y, por ende, sus rutinarias consecuencias. Es tiempo de recuperar comportamientos habituales, los cuales, como sabéis, siempre me han dado juego en este muro de los asombros y las perplejidades. La canción del verano, el tiempo de asueto en la playa, el fulgurante auge del bricolaje y sus molestas consecuencias han resultado motivo suficiente para regurgitar ideas, deglutidas todas con su oportuna cuota de ácidos estomacales y bilis, siempre mucha bilis.

Sin embargo, en esta ocasión, aprovechando la victoria del tiempo de ocio en el cómputo global de la jornada estival, voy a poner la pericia de mi pertinaz miopía al servicio del tiempo de asueto y las funestas consecuencias, que se me ocurre se nos avecinan inexorablemente con su pírrica victoria. No hace una semana que los diarios de tirada nacional, aquellos que sostienen la decrépita edición de papel y, por supuesto, en esos otros con cuentas de pérdidas y ganancias en quiebra y edición en digital, anunciaban a bombo y platillo en sus secciones de sociedad la posibilidad de travestir definitivamente el viernes en uno más de los días que conforman el fin de semana. Sus análisis, de primero de juntaletras, no desafiaban a la lógica, aunque escamaran a la más pobre inteligencia: si nuestros grandes consumos como clientes son en tiempo de ocio, el dogma productividad/presencia laboral está, con razón, hecho unos zorros.Para echar la última palada de tierra sanadora sobre el siempre renqueante capital humano, la inteligencia artificial está a un tris de hacernos absolutamente prescindibles en la mayor parte del proceso productivo. Obviamente no hay otra: incrustar el viernes en el fin de semana se hace imprescindible. A buen seguro que siempre podremos apreciar semejante medida como la puntita del resto del ariete con el que nos van a ensartar.

Como de costumbre, el equipo médico habitual de opinólogos, que conforman economistas, sociólogos, columnistas de renombre y osados titulares de blog de pacotilla, sale al rescate de la justificación ideológica: todos ellos aportando su granito de arena en el entierro de nuestro modus vivendi, sin por supuesto, gastar uno solo de sus detritos neuronales en sopesar qué será de todo ese lumpen que, como el que suscribe y el que me lee, pagamos la fiesta de sus innovadores consorcios empresariales, esos atestados de curritos en zapatillas de deporte, gimnasio en lugar de despacho, profesor de reiki en el departamento de recursos humanos, mucho te verde en el desayuno y sobre todo, que no se olvide, domicilio fiscal en paraíso fiscal, consentido por el hipócrita ciudadano occidental, que lamentablemente se ha tragado hasta la campanilla el anzuelo del cuento de la princesa y el sapo. Nadie ha puesto en en el debe de estos estudios de Mr. Wonderful la nefasta gestión que del tiempo libre llevamos haciendo desde que nacimos. No estamos entrenados. Joder, acabamos de ver que el ochenta por ciento de los prejubilados de los noventa del siglo pasado son carne de orfidal, cuando no de salto al vacío. Y eso que los tenemos explotados al cuidado de la prole, véase el número de abuelos en los parques, cuando no de la defensa de las añejas conquistas de clase, hágase notar el número de yayoflautas en las movilizaciones variopintas.

Llenar el tiempo libre de actividad provechosa es un desafío de proporciones monstruosas y con la probabilidad de rozar el éxito cercana a la de que te toque el euromillón del viernes. Más vale que hayas entrenado el músculo de la decepción si has optado de forma radical por el camino hedonista, cultivando el lisonjero mantra del cuídate a ti mismo. Ninguna de las actividades se acercarán a las expectativas que depositaste en ellas. Si por el contrario, de forma lamentable, has cedido al embaucador perfume de la alteridad y has considerado a los demás en tu elección, tonifica tu espalda, como un Atlas de mediopelo cargarás con el displacer de no atender tu egoísmo mientras retumbará en la oquedad de tu cráneo el "quién coño me mandaría a mí". 

Cuídate de las vacaciones más allá de las medusas, la salmonela y los rayos ultravioletas. Especialmente, debes evitar a los sujetos que todavía no han alcanzado el objetivo y andan encorsetados en el devenir laboral mientras tratan de cumplir con el extenso programa social de los días de tiempo de luz infinito. La falta de sueño encabrona. Verdad que se nota?

P.S. Ajenos a cualquier decepcionante relleno del tiempo, desoxida tus tímpanos con la propuesta de vestimenta fresquita que propone el título de esta canción, entre cuyos imbricados versos encontrarás propuestas resultonas para el título de un blog inopinadamente pretencioso.


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