El otro brillante Marx condimentó en El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte un proverbio de Hegel, aquel que informaba de la repetición de la historia. Así nos dejó su célebre y atinado añadido "primero como tragedia, después como farsa". Igual que las malas hierbas, pasada la lluvia de pesticidas que ha bombardeado la RAF neocon sobre el brillante pensamiento del alemán, no ha tardado en rebrotar éste para darnos explicaciones certeras de un buen número de los síntomas que presagian el decadente final del bajo imperio "liberal", al que "privilegiadamente" asistimos. Por supuesto, libres de la patética performance de la orquesta del Titanic, que hasta de eso nos vemos privados en pos de una eficiencia con la tijera que ni Llongueras, oiga.
Si en Suresnes, extrarradio de París, en octubre de 1974, Isidoro y su banda de Sierra Morena, ataviados de pana hasta los calzones, se pasaron a navaja a los Rodolfo Llopis y demás socialistas del exilio, ejecutando de forma ortodoxa el primer paso del baile del tío Karl, al mandar de paseo a más de treinta años de resistencia de una militancia, que tuvo que desarrollar su vida lejos de su país. Todo para que un mediocre aprendiz de abogado laboralista los enviara definitivamente al olvido -tragedia-. Hoy, en el intercomunicado 2016, retransmitido online por los mejores y más ocurrentes comentaristas del Twitter, Susana I de Cruzcampo liquidó el contrato que tenía con su empleado de servicio doméstico, el inefable Ken Sánchez, que en un despiste mortal de necesidad, había creído que su desempeño al volante de la legendaria institución no era el de un asalariado chófer, siempre atento a las indicaciones del amo -farsa-. Amigo Pedro, cuando los amos te sientan en su mesa no te convierten en uno de su clase... que ya os lo decía, otra vez con acierto, el tío Marx, del que tan alegremente abjurasteis.
Como siempre que se derrama sangre y asistimos a un velatorio ibérico, las plañideras, aquellas que conforman el plantel de comentaristas nacionales de la actualidad, sacan a relucir sus mejores lutos y, entre sorbido y sorbido de mocos impostados, nos loan hasta la náusea al desdichado difunto/partido. Que si trajo los derechos sociales, que si las abuelas dejaron de ir al lavadero porque Felipe nos inventó la lavadora en sus ratos libres en la calle Pez Volador, donde todos sabemos que tenía su centro de investigación Zanussi, que si es un elemento indispensable para la estabilidad de la eternamente inestable identidad patria y demás zarandajas, que parecen dar razón a los neurólogos, los cuales aseguran que los recuerdos, que acaudalamos en los registros de la memoria, sufren un proceso de customización ad hoc cada vez que los desempolvamos en aras a dejar siempre un sabor agradable en el sujeto que los usa. Claro, no debería llevarme las manos a la cabeza ya que vivo rodeado de gente que tiene a Juan Carlos, el jubilado, como un clon de Pericles en la clásica Atenas.
Por mi parte, reconozco haber disfrutado como cochino en lodazal. Podría haber sido un fin de semana para rememorar a todos aquellos, que conocí y respeté, y que me han loado cerca de mis tímpanos las hazañas del los del puño y la rosa. Sin embargo, mi vertiente rauda de placer ventajista e inmediato me ha traído a la memoria los abrazos a las puertas de la cárcel de Guadalajara, el epitafio reverencial de los estafados por el "de entrada NO", los "ochocientos mil puestos de trabajo", los paseos en yate, las poltronas del IBEX, las declaraciones de Barrionuevo tras la aparición de Mikel Zabalza, la antimateria del intelecto de Corcuera o las excursiones a Laos sin impedimenta del Coronel Tapioca, pero con las alforjas llenas de billetes. Y como augura Solana, que conoce bien el paño, parece que me queda mucho por disfrutar y que estos patéticos idus de octubre no han sido más que el primer acto. Así sea.
P.S: Si las versiones que acompaño siempre tienden a subir peldaños en la escala de la distorsión, esta vez cambiamos la estrategia.
Si en Suresnes, extrarradio de París, en octubre de 1974, Isidoro y su banda de Sierra Morena, ataviados de pana hasta los calzones, se pasaron a navaja a los Rodolfo Llopis y demás socialistas del exilio, ejecutando de forma ortodoxa el primer paso del baile del tío Karl, al mandar de paseo a más de treinta años de resistencia de una militancia, que tuvo que desarrollar su vida lejos de su país. Todo para que un mediocre aprendiz de abogado laboralista los enviara definitivamente al olvido -tragedia-. Hoy, en el intercomunicado 2016, retransmitido online por los mejores y más ocurrentes comentaristas del Twitter, Susana I de Cruzcampo liquidó el contrato que tenía con su empleado de servicio doméstico, el inefable Ken Sánchez, que en un despiste mortal de necesidad, había creído que su desempeño al volante de la legendaria institución no era el de un asalariado chófer, siempre atento a las indicaciones del amo -farsa-. Amigo Pedro, cuando los amos te sientan en su mesa no te convierten en uno de su clase... que ya os lo decía, otra vez con acierto, el tío Marx, del que tan alegremente abjurasteis.
Como siempre que se derrama sangre y asistimos a un velatorio ibérico, las plañideras, aquellas que conforman el plantel de comentaristas nacionales de la actualidad, sacan a relucir sus mejores lutos y, entre sorbido y sorbido de mocos impostados, nos loan hasta la náusea al desdichado difunto/partido. Que si trajo los derechos sociales, que si las abuelas dejaron de ir al lavadero porque Felipe nos inventó la lavadora en sus ratos libres en la calle Pez Volador, donde todos sabemos que tenía su centro de investigación Zanussi, que si es un elemento indispensable para la estabilidad de la eternamente inestable identidad patria y demás zarandajas, que parecen dar razón a los neurólogos, los cuales aseguran que los recuerdos, que acaudalamos en los registros de la memoria, sufren un proceso de customización ad hoc cada vez que los desempolvamos en aras a dejar siempre un sabor agradable en el sujeto que los usa. Claro, no debería llevarme las manos a la cabeza ya que vivo rodeado de gente que tiene a Juan Carlos, el jubilado, como un clon de Pericles en la clásica Atenas.
Por mi parte, reconozco haber disfrutado como cochino en lodazal. Podría haber sido un fin de semana para rememorar a todos aquellos, que conocí y respeté, y que me han loado cerca de mis tímpanos las hazañas del los del puño y la rosa. Sin embargo, mi vertiente rauda de placer ventajista e inmediato me ha traído a la memoria los abrazos a las puertas de la cárcel de Guadalajara, el epitafio reverencial de los estafados por el "de entrada NO", los "ochocientos mil puestos de trabajo", los paseos en yate, las poltronas del IBEX, las declaraciones de Barrionuevo tras la aparición de Mikel Zabalza, la antimateria del intelecto de Corcuera o las excursiones a Laos sin impedimenta del Coronel Tapioca, pero con las alforjas llenas de billetes. Y como augura Solana, que conoce bien el paño, parece que me queda mucho por disfrutar y que estos patéticos idus de octubre no han sido más que el primer acto. Así sea.
P.S: Si las versiones que acompaño siempre tienden a subir peldaños en la escala de la distorsión, esta vez cambiamos la estrategia.
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