Suelo revolverme contra las asociaciones de ideas que me perturban. Cada vez menos, claro, siguiendo una pendiente pronunciada hacia el inexorable momento en el que ya nada me importe nada. A fuerza de ser sincero, asumo que con el paso de los años no he mejorado mis estrategias de defensa y, además de contar con unos arsenales retóricos muy de andar por casa, tampoco se puede asegurar que el uso repetido de los mismos haya mejorado mi desempeño hasta llevarlo a cotas que, al menos, ronden el saber hacer. Imperceptible tara a simple vista, que no se debe desdeñar, especialmente cuando uno observa la cantidad de seres que, haciendo bien una sola cosa, culminan con éxito toda su existencia. Ahí tenéis a Manolo García para corroborar lo que afirmo: lleva cantando la que parece siempre la misma canción desde tiempo inmemorial, tanto en grupo como en solitario, y puedo prever, sin arriesgar demasiado, que hasta en la ducha de su casa, alternando entre disco de oro y grammy latino.
Hoy me ha incordiado el contenido de un artículo, el cual ha llegado a mis pupilas por las referencias que se hacen en él a una buena amiga. Sirva de atenuante que no es más que el manoseo de un juntaletras de prensa generalista, que con no demasiado tino, amalgama tópicos y lugares comunes para un resultado desigual. Sin embargo, la parte final del mismo y las deducciones, que obligatoriamente se infieren de su lectura, escaman a sujetos de piel fina como el que escribe. Ahora resulta que mi dedicación a la vida familiar es el resultado y por tanto la consecuencia de estar en paro y no la causa. En un arrebato pendular de modernismo cool hemos dejado en el olvido el paro femenino, imputado como consecuencia ineludible a la arrogación femenina en exclusiva de la "carga" de la vida en familia, para llegar a que esos tipos modernos, que llevan a sus niños al parque y al cole mientras dejan cociendo los garbanzos en casa, y que al parecer acaban de descubrir la quinta esencia de la autorrealización en las tareas del hogar, al albur del "estupendo" ratio de eficacia en su desempeño que siempre muestra nuestro querido SEPE. Acabáramos! Siguiendo con exactitud los mismos pasos en el sendero del lavado de imagen que la banal depilación: antaño condena para ellas en su esfuerzo por la imposible aproximación de su imagen a las exigencias del canon de belleza, cuestión de salud cuando le ha llegado la hora de la agradable experiencia a ellos. Supongo que hemos perdido algo más que el oremus. Bien, no hace falta ser Perry Mason para alegar que son conclusiones generales sobre observaciones individuales de vaya usted a saber el calado y, por supuesto, inaplicables a moi, especialmente, cuando la autoestima proyectada por Narciso declama urbi et orbe nuestro carácter único y peculiar.
Es verdad, llevo años argumentando contra el atajo intelectual que suponen las generalizaciones, en una empresa a todas luces condenada a la quiebra. Sigo sosteniendo que es del todo injusto la aplicación apriorística de conclusiones a individuos por el simple hecho de coincidir en una categoría, la cual asumimos tener bien definida y cerrada desde hace tiempo en el imbricado laberinto de conexiones de nuestra cabezota. Ahora bien, aún más intragable me resulta el ricino tan de moda de la incorrecta aplicación del criterio mencionado a supuestos en los que la repetición de una observación nos permite extrapolar conclusiones sobre lo observado. Aparentemente contradictorio, pero en absoluto como se verá. Así andamos, acudiendo al salvavidas del principio que prohíbe generalizar, cuando uno se exaspera y clama contra el hampa que habita en las instituciones públicas españolas, al ver un día sí y otro también a un sujeto, con manos libres para elegir, al frente del panóptico de un penal de cinco estrellas y dos estrellas michelín que es casi cualquier organización política, rodeado de compañeros de viaje que, cuando no se lo llevan crudo, lo hacen macerado al eneldo. Queriendo resguardarse bajo la tejavana del no todos somos iguales cuando afloran con crudeza los "despistes" en el uso manirroto de plásticos de tirios y troyanos, desde los tiempos en que galgos y podencos se quedaron con las llaves de la finca. Enfrentados al manido alegato cuando la tramoya no soporta un segundo más el decadente carnaval de máscaras en el que los regeneradores de postín muestran un frenesí inusitado por hacer de pata de palo de los corsarios que tripulan la nave, cuando no de patético loro "cuentachistes".
He gastado muchas balas de fogueo desde la trinchera que se niega a aceptar que uno vive en un plató de Tele 5 rodeado de imbéciles, cuando no de gentuza. Siempre con el viento a favor de hacer ver al dedo acusador de su improbable excepción, en el supuesto de que su calumnia se viera al amparo de la exceptio veritatis. Sin embargo, voy a ir sacando bandera blanca. Me rindo. Con la traición que, lamentablemente, supone para mi propia percepción respecto de la gente que se mueve en mi entorno. Me resulta a todas luces una injusticia, pero si el camino de Soria es el camino del spanish way of life, obviamente es porque los arcenes están llenos de mierda a rebosar. Si nada como un pato, anda como un pato y grazna como un pato...
P.S. Un cover humorístico para limpiar la bilis y dejar este antro como los chorros del oro.
Es verdad, llevo años argumentando contra el atajo intelectual que suponen las generalizaciones, en una empresa a todas luces condenada a la quiebra. Sigo sosteniendo que es del todo injusto la aplicación apriorística de conclusiones a individuos por el simple hecho de coincidir en una categoría, la cual asumimos tener bien definida y cerrada desde hace tiempo en el imbricado laberinto de conexiones de nuestra cabezota. Ahora bien, aún más intragable me resulta el ricino tan de moda de la incorrecta aplicación del criterio mencionado a supuestos en los que la repetición de una observación nos permite extrapolar conclusiones sobre lo observado. Aparentemente contradictorio, pero en absoluto como se verá. Así andamos, acudiendo al salvavidas del principio que prohíbe generalizar, cuando uno se exaspera y clama contra el hampa que habita en las instituciones públicas españolas, al ver un día sí y otro también a un sujeto, con manos libres para elegir, al frente del panóptico de un penal de cinco estrellas y dos estrellas michelín que es casi cualquier organización política, rodeado de compañeros de viaje que, cuando no se lo llevan crudo, lo hacen macerado al eneldo. Queriendo resguardarse bajo la tejavana del no todos somos iguales cuando afloran con crudeza los "despistes" en el uso manirroto de plásticos de tirios y troyanos, desde los tiempos en que galgos y podencos se quedaron con las llaves de la finca. Enfrentados al manido alegato cuando la tramoya no soporta un segundo más el decadente carnaval de máscaras en el que los regeneradores de postín muestran un frenesí inusitado por hacer de pata de palo de los corsarios que tripulan la nave, cuando no de patético loro "cuentachistes".
He gastado muchas balas de fogueo desde la trinchera que se niega a aceptar que uno vive en un plató de Tele 5 rodeado de imbéciles, cuando no de gentuza. Siempre con el viento a favor de hacer ver al dedo acusador de su improbable excepción, en el supuesto de que su calumnia se viera al amparo de la exceptio veritatis. Sin embargo, voy a ir sacando bandera blanca. Me rindo. Con la traición que, lamentablemente, supone para mi propia percepción respecto de la gente que se mueve en mi entorno. Me resulta a todas luces una injusticia, pero si el camino de Soria es el camino del spanish way of life, obviamente es porque los arcenes están llenos de mierda a rebosar. Si nada como un pato, anda como un pato y grazna como un pato...
P.S. Un cover humorístico para limpiar la bilis y dejar este antro como los chorros del oro.
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