Buena parte de la escasa porción de mañana, que el generoso atasco madrileño ha tenido a bien reservar para mis quehaceres, la he pasado echando una ojeada a un confidencial más de esos que pululan por internet, los cuales, como bien sabéis, vienen a poner negro sobre blanco una de esas leyendas urbanas que todos conocemos desde tiempo inmemorial, poniendo en solfa, sobre todas las consideraciones que el presunto escándalo nos provoque, el calificativo que bautiza la manida información. Éste de hoy versaba a las claras sobre el nepotismo en la carrera diplomática. La heráldica agarrada como una lapa a los caducos símbolos que moran inertes en las fachadas de las embajadas. Parece ser que para no quedar alejado de las raíces, y en un puro acto de morriña, los territorios españoles allende la piel de toro también son propensos a colocar a la estirpe en el negocio familiar, aunque este conste a todos los efectos como de titularidad pública. Es difícil mostrar asombro y oposición por ello, a fin de cuentas uno de los puntos que seguramente cumplimenten el objeto social de las misiones diplomáticas entiendo que será el de propagar urbi et orbe las costumbres patrias. Convengamos que hacer alarde del enchufismo y el manejo de la cosa pública como si fuera el patrimonio de la familia es hacer branding España, casi tanto o más que la popular gastronomía mediterránea o el pedante Instituto Cervantes y su consejo directivo, por supuesto, también repleto de apellidos célebres desde tiempo inmemorial.
Si nos diera por utilizar una pequeña parte del contenido de la cocotera que nos plantaron encima del apolíneo torso que nos estructura, deberíamos buscarle las vueltas a realidades como éstas para que formen parte del contenido curricular de la chavalería que nos importa. Nuestros amigos de Corporación Dermoestética, esos que se presentan al electorado como Ciudadanos (así, con mayúsculas y tableta de abdominales ellos y figurín de la moda ellas) bien podrían haber hecho un hueco en la presentación de su propuesta de reforma educativa para tan grandioso consejo. Igual en la segunda diapositiva del inefable powerpoint, mejor que un gastado aforismo de Paulo Coelho o cualquier otra sinsorgada propia de estos chicos de sonrisa Profident, les hubiera entrado un "no te pongas estupendo para hacer amigos en tu devenir académico, ese gilipollas de al lado será el que te coloque si llega a alguna parte antes que tú. Por cretino que te parezca: no descartes que ésto ocurra". Estoy seguro que cientos de libros de autoayuda, más de cincuenta y tres charlas de orientadores laborales en paro y dos mil quinientos dieciséis manuales de coaching recogen este mantra. Por supuesto, de forma más sofisticada y sibilina.
Lamentablemente, como todas y cada una de las ocurrencias que osan asomarse al balcón de mis neuronas, ésta no va a ser diferente y también tiene su considerable porción de inconvenientes. De hecho, lo más probable es que éstos superen con creces los pingües beneficios que su puesta en práctica pueda dejar, bien por magnitud, bien por cualificación de la tara, como acontece en este supuesto que nos ocupa. Cuando desde esa red, que propongo cosas a modo de protección para acróbatas con mal pulso, no recibes más que halagos y carantoñas con forma de palmaditas en la espalda, justo hasta el preciso momento ese en el que de la potencia se puede pasar al acto, se termina por grabar a fuego, con la virulencia de un tatuaje con vocación de estigma, lo que significa la condescendencia. Como el sucio arte de las agujas y el pigmento, lacerante de lo lindo, mas a joderse toca.
P.S. La acróbata Porcina, perdido el equilibrio del escaño con dietas en la caja del pueblo, ya tiene nueva cochiquera en la que refugiar su manifiesta superioridad de clase. Como nuestra infantil Tecla, gente que siempre trabaja con red.
Si nos diera por utilizar una pequeña parte del contenido de la cocotera que nos plantaron encima del apolíneo torso que nos estructura, deberíamos buscarle las vueltas a realidades como éstas para que formen parte del contenido curricular de la chavalería que nos importa. Nuestros amigos de Corporación Dermoestética, esos que se presentan al electorado como Ciudadanos (así, con mayúsculas y tableta de abdominales ellos y figurín de la moda ellas) bien podrían haber hecho un hueco en la presentación de su propuesta de reforma educativa para tan grandioso consejo. Igual en la segunda diapositiva del inefable powerpoint, mejor que un gastado aforismo de Paulo Coelho o cualquier otra sinsorgada propia de estos chicos de sonrisa Profident, les hubiera entrado un "no te pongas estupendo para hacer amigos en tu devenir académico, ese gilipollas de al lado será el que te coloque si llega a alguna parte antes que tú. Por cretino que te parezca: no descartes que ésto ocurra". Estoy seguro que cientos de libros de autoayuda, más de cincuenta y tres charlas de orientadores laborales en paro y dos mil quinientos dieciséis manuales de coaching recogen este mantra. Por supuesto, de forma más sofisticada y sibilina.
Lamentablemente, como todas y cada una de las ocurrencias que osan asomarse al balcón de mis neuronas, ésta no va a ser diferente y también tiene su considerable porción de inconvenientes. De hecho, lo más probable es que éstos superen con creces los pingües beneficios que su puesta en práctica pueda dejar, bien por magnitud, bien por cualificación de la tara, como acontece en este supuesto que nos ocupa. Cuando desde esa red, que propongo cosas a modo de protección para acróbatas con mal pulso, no recibes más que halagos y carantoñas con forma de palmaditas en la espalda, justo hasta el preciso momento ese en el que de la potencia se puede pasar al acto, se termina por grabar a fuego, con la virulencia de un tatuaje con vocación de estigma, lo que significa la condescendencia. Como el sucio arte de las agujas y el pigmento, lacerante de lo lindo, mas a joderse toca.
P.S. La acróbata Porcina, perdido el equilibrio del escaño con dietas en la caja del pueblo, ya tiene nueva cochiquera en la que refugiar su manifiesta superioridad de clase. Como nuestra infantil Tecla, gente que siempre trabaja con red.
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