En las postrimerías de Sanfermín se confirma que me ha vuelto a pillar el toro. Esa procrastinación perpetua, que sufre la dieta equilibrada en mi lista de prioridades, hará que en los próximos días el que suscribe presente una imagen poco recomendable como atrezzo en las playas del levante, por más banderas azules que traten de acreditar su excelencia... la del arenal, claro. Se confirma que no debe ser tanta si me van a dejar clavar la sombrilla en alguna de ellas. Al menos, celebraremos por adelantado que es seguro que por allí no habrá un Joe Rosenthal que inmortalice un Iwo Jima de estampa tan lamentable. Más adelante, entre la muchedumbre, las imperfecciones de cualquiera afortunadamente se distraen, de igual modo que la sardina, con la aleta pectoral maltrecha, encubre sus miserias dentro de la bola a los ojos de su hambriento predador. Hay mucho de expectativas insatisfechas también en todo esto de la autoestima, y podría decirse que se cumple a pies juntillas aquel dicho popular que otorga la mayor riqueza no al que más tiene, sino al que menos necesita.
Podría entregarme sin remisión a ese subproducto, que tan mala prensa tiene, que se denomina dieta-milagro. Un oxímoron más del siglo de la neolengua. Pero igual no hace falta. Es palmario que desde los poderes públicos llevan un tiempo promoviendo la bulimia y que se hacen esfuerzos mayúsculos desde las diferentes administraciones públicas en pos de que los orondos ciudadanos de la patria devuelvan ipso facto aquello que acaban de ingerir, con el noble propósito de que así eliminen en su balance energético activos calóricos en demasía, que lastren un saldo que cada vez tiende más a infinito. Sirva de ejemplo, porque de otra forma no se puede entender, la última incursión del mamarracho expresidente Leguina y su lacerante alegato a favor de la supervivencia de la poltrona que financia su dolce far niente. Al humorista cántabro se le pueden añadir, tras el telón del club de graciosillos poco afortunados, el jovenzuelo yuppie que ha tomado el micro en el PP, los tweets anémicos de memoria del renacido ministro de la enconomía en un par de tardes, la resucitada Marianne de Rivas Vaciamadrid y cualquier otro personaje susceptible de ser alineado en este combate contra la obesidad que se está librando de forma tan radical en la piel de toro.
Los que terminarán en breve por alinear un mediocentro defensivo y un par de stoppers de juego subterráneo a esta alineación de galácticos del despropósito van a ser mis "amigos" de Podemos. Resulta asombroso que estos nazarenos no terminen de entender que su vara de medir no está en la miserable realidad en la que moran sus adversarios, sino en las expectativas que han generado. Tan poco equitativo como apropiado, en tanto en cuanto han acaudalado buena parte de su fortuna en el don tancredismo, viendo desde la barrera auténticas balaceras en el pie que se han disparado a sí mismos el resto de los agentes políticos de este país. Amigos de ese averno de tinieblas que es la universidad, oso recordarles que, como ocurre en el resto de trastornos mentales conocidos, nadie se convierte en un príncipe azul por mucho que acredite en su CV un master en dirección y gestión de las tareas domésticas y traiga como referencias los titulares de prensa de los últimos diecisiete delitos de violencia machista. La sonrisa que nos deleitaba se empezará a desvanecer en el momento en el que cruda realidad se encargue de despertar los ojerosos ojitos tiernos para colmarlos de condescendencia, en el mejor de los casos. Verdad que sí, Tzipras?
P.S. Una canción sobre un príncipe azul de vecindario, que acompañó desde el cassette los viajes estivales en carreteras de doble dirección, como muestra de respeto al difunto Krahe.
Podría entregarme sin remisión a ese subproducto, que tan mala prensa tiene, que se denomina dieta-milagro. Un oxímoron más del siglo de la neolengua. Pero igual no hace falta. Es palmario que desde los poderes públicos llevan un tiempo promoviendo la bulimia y que se hacen esfuerzos mayúsculos desde las diferentes administraciones públicas en pos de que los orondos ciudadanos de la patria devuelvan ipso facto aquello que acaban de ingerir, con el noble propósito de que así eliminen en su balance energético activos calóricos en demasía, que lastren un saldo que cada vez tiende más a infinito. Sirva de ejemplo, porque de otra forma no se puede entender, la última incursión del mamarracho expresidente Leguina y su lacerante alegato a favor de la supervivencia de la poltrona que financia su dolce far niente. Al humorista cántabro se le pueden añadir, tras el telón del club de graciosillos poco afortunados, el jovenzuelo yuppie que ha tomado el micro en el PP, los tweets anémicos de memoria del renacido ministro de la enconomía en un par de tardes, la resucitada Marianne de Rivas Vaciamadrid y cualquier otro personaje susceptible de ser alineado en este combate contra la obesidad que se está librando de forma tan radical en la piel de toro.
Los que terminarán en breve por alinear un mediocentro defensivo y un par de stoppers de juego subterráneo a esta alineación de galácticos del despropósito van a ser mis "amigos" de Podemos. Resulta asombroso que estos nazarenos no terminen de entender que su vara de medir no está en la miserable realidad en la que moran sus adversarios, sino en las expectativas que han generado. Tan poco equitativo como apropiado, en tanto en cuanto han acaudalado buena parte de su fortuna en el don tancredismo, viendo desde la barrera auténticas balaceras en el pie que se han disparado a sí mismos el resto de los agentes políticos de este país. Amigos de ese averno de tinieblas que es la universidad, oso recordarles que, como ocurre en el resto de trastornos mentales conocidos, nadie se convierte en un príncipe azul por mucho que acredite en su CV un master en dirección y gestión de las tareas domésticas y traiga como referencias los titulares de prensa de los últimos diecisiete delitos de violencia machista. La sonrisa que nos deleitaba se empezará a desvanecer en el momento en el que cruda realidad se encargue de despertar los ojerosos ojitos tiernos para colmarlos de condescendencia, en el mejor de los casos. Verdad que sí, Tzipras?
P.S. Una canción sobre un príncipe azul de vecindario, que acompañó desde el cassette los viajes estivales en carreteras de doble dirección, como muestra de respeto al difunto Krahe.
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