Estío o es sobrino?

El grill ya está echando bombas. Mañana dan las notas y veremos si salvamos el tocón y el mandoble que a lo Game of Thrones parece haberse impuesto en esta absurda Primaria, la misma que confunde aprendizaje con memoria sin atender a los elementales procesos madurativos de criaturas de siete años. Cosas veredes que farán fablar las piedras. A la par que saltamos la valla, en esta prórroga del mes de junio que supone el tránsito entre San Juán y su día treinta, participaremos del fin de la temporada de las clases de tenis en el IMD o como diantres lo hayan bautizado los nuevos titulares del Ministerio de la Verdad.

Perderé un entretenimiento, un tratamiento psicológico de primera calidad (no esas pamplinas propias de supercherías con tufillo a incienso y amalgama de cuatro vocablos orientales) y, para colmo, un observatorio sociológico tan fértil como un invernadero de Almería e igual que éste, con mano de obra tan en precario como los desdichados subsaharianos que salen huyendo cuando llegan las cámaras de Callejeros, por más que nuestros "coaches" porten camisetas Babolat y zapatas Asics. Entrada la tarde, del contenido de las diez pistas de tenis del polideportivo se pueden extraer todos los clichés que resumirán dentro de quince mil años el comportamiento de los humanos que poblamos el planeta en esta era del paracetamol/ibuprofeno, que será como imagino nos clasifiquen los antropólogos del momento. Por supuesto, en estricto cumplimiento de la tendencia "siglo XXI", infraestructura sufragada a escote por todos los españolitos que reserva sus mejores pistas a las escuelas privadas. Esas que venden el sueño americano a padres sin escrúpulos, los cuales, ávidos por salir de su vida de mierda, atormentan a la prole con días de vino y rosas que no van a llegar, por más que lo haya escrito algún Espinosa, Coelho o demás comerciales del humo de incienso. Chavalería de no más de sesenta kilos que impacta a la bola, retorciendo su tronco cual rabo de lagartija, con la fuerza de una bomba de cinco kilotones en una estación más de su calvario hacia ninguna parte, más allá del manejo de vocablos como protrusión, desgaste rotuliano y el resto de términos médicos que les definirán cuando alcancen la treintena.

A lo lejos, apartados en los lindes con Mordor y emparedados entre los brillos del rutilante pádel, quedan las dos pistas para la bola de chupópteros que conformamos los tradicionales usuarios del servicio público en cualquiera de sus modalidades. Como una comuna de hippies, la edad, la silueta y la indumentaria nos delatarían incluso delante de un marciano que acabara de aterrizar en su platillo volante. Sí, es verdad que encontrarás algún sujeto hipnotizado por el pueril razonamiento de a más pasta me deje en la raqueta, mejor voy a jugar. Pero en esos pastos la homogeneidad Decathlon se impone en el paisaje, con el dislate moral que supone para los progres de medio pelo y blog en propiedad que niños en condiciones del inframundo cosan tus deportivas para que las pilles a ese precio, del que, para colmo, la distribuidora francesa se lleva todo el pastel.

Sin embargo, es este ecosistema, tan depauperado por prejuicios apresurados como los relatados, uno de los escasos lugares de este país donde de veras se aplica el contenido del artículo 14 de la constitución española. Y no desde luego en los vagones de la Renfe, como de forma sorpresiva confiesa la propia compañía pública al aplicar una discriminación de libro por razón de nacimiento, sin que la señora ministra del ramo se ruborice ni los medios de comunicación, vendidos a los 400.000 euros diarios de publicidad institucional, hagan noticia de ello. Un buen control del primer saque, una derecha consistente y un revés cortado para cuando no llegas e imperiosamente te tienes que ahorrar un paso en tu acomodo a la hora de devolver la pelotita de marras, hacen de cualquiera un contrario difícil de batir con independencia de su estatura, condición física, edad o valor de tasación de su equipamiento. Ahí es nada. Ni los sloganes revolucionarios afrancesados ni las pintadas del 68 van a llegar nunca tan lejos en lo que a la egalitè se refiere. No se lo digáis a la hiperactiva fiscalía que, después de darse crema de protección solar, lo mismo nos enchufa por humillar a las víctimas de un segundo saque blandito. Con el mercurio por las nubes y por la carne del atún, igual nos conviene pasar un tiempo a la sombra.


      

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