Cuesta mantener la compostura. Llevo un tiempo recibiendo por Twitter los consejos de comportamiento que emite una cuenta que se presenta como @BuenosModales_ y que, pese al pestilente tufo de catecumenia que se advierte en casi todos ellos, confieso haber leído, no se asusten, no para su puesta en práctica, sino como coadyuvante a la represa que malamente sostiene la ira que todo lo arrambla, si no se sujeta. Sin embargo, producto de este otoño con su inexorable carga de lluvia y dolor en verso de Lapido, que asola la realidad española desde ya no se sabe hace cuánto, resulta imposible seguir apretando los dientes sin que éstos salgan por los aires, tal y como hicieron los añicos de la extinta isla de Krakatoa en la explosión de su volcán.
Recientemente, el bochorno, que han provocado las exequias del expresidente Suárez, es una muesca más que contribuye también al estupendo maridaje que hoy conforman la furia y el asombro. El posado compungido de pensiones vitalicias que despidió el féretro del exdirigente de las juventudes del Movimiento Nacional en las escalinatas del Congreso, el rosario infame de tercetos que conforman las elegías publicadas sobre un finado al que se imputa sin sonrojo alguno desde el descubrimiento de la democracia a, quién sabe, si de la lavadora o de la tele en color; a fin de cuentas, aún recuerdo el impacto que me produjo ver los partidos del mundial de Argentina en una Telefunken en color, y la desangelada despedida que le tributó el cariñoso pueblo de Madrid (entre usted y yo, la Cibeles la llenan la orejona, el gol de Iniesta y un reparto gratuito de plátanos de canarias, poco más), aderezado todo con un adelanto calculado de la noticia, albricias!, por un día la decrépita prensa escrita española ha dejado de llevar las noticias de ayer para publicar las de mañana, le han dejado a uno con ganas de hacer el petate y salir corriendo, aprovechando la fuerza en sentido contrario que generará seguro la vomitona de bilis acumulada que este esperpento merece. Afortunadamente, el tan denostado sobrepeso y la siempre insultada cobardía lo evitarán sin grandes esfuerzos.
Lo que será más complicado de eliminar es la insufrible sensación de morar en una de las burbujas de nivel III del Multiverso que podría explicar, entre otras cosas, porqué demonios habiendo cumplido con tantos requerimientos del sistema, uno se ha quedado más fuera de juego en el reparto del pastel que un Intel Celeron basado en Pentium II en la Campus Party 2014. Algún sujeto honesto, de esos que al parecer servían de apoyo a la ardilla saltarina de la manida metáfora que transitaba la patria de cabo a rabo por aquellos años de la gloriosa transición y la estomagante movida, debería habernos explicado en nuestra cándida pubertad, junto con la propiedad conmutativa en la unión de conjuntos, que a pesar de haber ampliado la RAM (Reunión de Aprobados de Materias en el curriculum) hasta los 23 Gb (Gasto Biomolecular, años a fin de cuentas), y formatear con exquisita meticulosidad el HD (Hueco Debajodelpelo) una vez al año, apenas íbamos a servir a la vida en comandita para algo más que abrir la web del Marca y pasar galerías de celebridades en pelotas, paralelismo en lenguaje binario de las tareas intrascendentes que rellenan los lunes al sol. Claro, que por entonces no teníamos oráculos como el Sr. Andreas Schleicher, que en un alarde de riesgo en sus predicciones, intuye que "los chicos de 15 años que hoy tienen pobres aptitudes para resolver problemas se convertirán en adultos con dificultades para encontrar o mantener un buen trabajo". Una apuesta arriesgada, producto de un ser de inteligencia superior como el genio Hamburgo, más si consideramos que sus científicos a sueldo toman como experimento que acredita esta inquietante conclusión la incapacidad de los adolescentes para manejarse con billetes combinados del metro o para desmontar el filtro de la aspiradora sin bolsa. Menos mal que, condescendientes ellos, han tenido a bien no incorporar la prueba de volver a guardar la dichosa tienda de Decathlon que se abre en segundo sin el comodín de Youtube y solo apañándose con los dibujitos que vienen cosidos en la etiqueta. De haberlo hecho, Herr Schleicher todavía hubiera estado pidiendo a la Luftwaffe que aplaste por completo la península ibérica en ese tono enérgico, que siempre asociamos a la lengua de Wagner.
Todo indica que lo único que nos ha hecho compañía en los 14 segundos que llevamos en el Universo, según el inteligente calendario del primer capítulo de la muy recomendable nueva versión de Cosmos, junto con la tenacidad de la vida por no erradicarse ha sido la metamentira. Ya os expliqué a lo que me refería con ella, eso de la mentira que se crea para encubrir otra mentira, y glosé, en su momento, las enormes ventajas que observaba en su diligente manejo. Pasado el tiempo, sostengo que no es únicamente una herramienta como el huso, ni tan siquiera un fin convertido en medio como el sílex. Apostaría a que en la evolución de las especies, en lo que al ser humano se refiere, las diferentes generaciones no somos nada más que eslabones de una cadena de metamentiras con origen en una broma infinita y terriblemente pesada.
P.S.: Una mente maravillosa poniendo de manifiesto habilidades insoportables para un mezquino como moi. Qué cabronazo, se puede ser casi perfecto.
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