Solventado el engorroso trámite para designar al jefe del subalterno que dormita en la Moncloa (y fuera de ella), todo por obra y gracia del bien amado y orgulloso pueblo alemán. Y también confirmado el buen tino de este conglomerado de nibelungos que conforman el coro que entona el Deutschlandlied a medio pulmón, debemos hilar fino los meridionales, eternos repetidores del curso que regenta la reelegida matrona/tutora Frau Merkel. Así que, sin más dilación, me aventuro a facilitar la tarea de nuestra amada teutona con un decálogo deslabazado, mas quién sabe si práctico.
- Ajuste presupuestario: Sí, Frau Merkel, hemos vivido como no merecemos y ahora, con el cúmulo de facturas de todos los que participaron en la fiesta aguardando en la mesa del salón, se nos va a ir de las manos eso de devolverles la pasta a sus generosos bancos compatriotas. Salvo que... tengo una idea... qué tal si encargamos dos carteles de dimensiones descomunales con el lema "Nos rendimos" en diferentes idiomas, no sea que nos pase como en las exposiciones ante el COI. Los colocamos en los Pirineos y en la Linea de la Concepción y mandamos a su casa a esos tíos, mayores de edad según acredita el DNI, que, para sonrojo del sentido común, andan a edades tan tardías jugando a los soldaditos, barriga en tierra, por Cantoblanco y demás páramos de la desértica Patria. Para empezar renunciando a los 87 Eurofighters que, al parecer, hemos "encargado", tendríamos para repartir entre toda esta chavalería inmadura unas cuantas decenas de miles de millones de euros. E igual, si no cae en sobres, sobraba algo.
- La dosis, señora, la dosis: Admirada Frau Merkel, está bien que su canciller encargado de los cuartos tenga un blog o que conceda entrevistas allá donde quiera. Pero, un pequeño aviso a navegantes para ser considerado por su tropa de lenguaraces. En España acostúmbrense a darnos los disgustos en pequeñas dosis. Adopten la metodología del Dr. Ediciones Atalaya. Aquí funciona. Qué quién demonios es ese???? El mismo que nos vende la maqueta del Juan Sebastián Elcano en 347 fascículos todos los otoños, el primero de los mismos a 0,99 euros con el mástil y la quilla y el resto a 3,50 € cada uno. Que sí, que por el precio final de la colección te podías pillar el buque real en Ebay, pero, ya se lo digo somos así, nos gusta que nos metan sólo la puntita del franckfurt.
- El atajo: Si requiere algo de los españoles (esperemos que por su bien sea poco), entregue primero el premio. Es casi seguro que el 80% nos lo quedemos y no cumplamos nada de lo acordado, pero siempre podrá contar con ese 20% restante de atontados que se sentirán en deuda. Desde luego, si propone dejar el regalo para el final de un meritorio camino plagado de obligaciones sinalagmáticas, su fracaso está garantizado. En la piel de toro sólo ha funcionado la táctica de la recompensa a la Santa Madre Iglesia. Básicamente por dos motivos que explican esta excepción: tuvieron que crear un sistema de vigilancia llamado la Inquisición, cuya competencia represora desconozco si le suena y, lo más importante, el premio siempre está en el aire.
- Superficialidad: Somos los inventores del repugnante, por injusto, axioma "la primera impresión es lo que cuenta". Le va a costar; como compatriota de Feuerbach, Hegel, Marx o Nietzche, a priori no lo tiene fácil. Aquí somos más de los cassettes de Arévalo y pensamiento de María Teresa Campos.
- Inimputables: No nos castigue. No sirve de nada porque siempre lo vemos como un acto de inquina e injusticia; en España la culpa de todo, como explicó muy bien Def con Dos, la tiene Yoko Ono.
- Fracase. No soportamos el éxito y mucho menos el que obtiene un congénere femenino. Y con usted, las elucubraciones relacionadas con favores de tipo sexual, a las que somos tan dados para asimilar lo que nos asombra, podrían gripar la imaginación del más depravado.
ATENCIÓN: Como de costumbre, si algo de lo que le comento funciona es porque me lo han contado antes o lo he leído en algún lado.
P.S. No estará usted esperando diez sugerencias sin haberme garantizado previamente seis días de asuntos propios, seis días de mudanza y dos desayunos de treinta minutos, verdad? Nos vamos entendiendo? A mí no me fustigue, que no sabe usted con quién está hablando y al final de cuentas todo pasa, IV Reich incluído.
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