Sarpullido

Se ha hecho de rogar, hemos aguantado hasta el cuarenta de mayo, la prórroga y los penalties y aquí no pasaba nada. Pero ya han encendido el grill, ese puñetero accesorio que vino de serie en la piel de toro que comienza en la ribera sur del Ebro, para desgracia de urbanizaciones de pareados con jardín, campos de golf y personas escasas de melanina o sobradas de peso. Ahora, es cuestión de sobrellevarlo y de lamentarse mientras observas como esas espigas, que daban cobijo a margaritas y amapolas en los aledaños de las carreteras secundarias, sucumben abrasadas todas ellas, continente y contenido que diría el vendedor de seguros.

Lo único seguro es que el verano no sale gratis y no me estoy refiriendo al ticket del Leroy Merlin por el acopio de material de bricolaje que, como bien sabes, quedará inservible y apilado en el trastero cuando las hojas de los caducifolios alfombren las aceras, ni mucho menos al precio del apartamento arrendado con vistas al mar desde un catalejo fijado en la barandilla de la terraza de la azotea del edificio; cosas de la letra pequeña. Hoy os voy a molestar hablando de esos lacerantes grupúsculos de granitos que en forma de erupción leve emanan en determinados lugares de la dermis. Porque un día de perros no hace honor a cuatro nubes y unos cuantos decilitros cúbicos de lluvia, sino que más bien debería hacer referencia a la insoportable levedad del aroma a sudor añejo del Metro junto con esa banda sonora de fondo a cargo de los instrumentos de cuerda que conforman las persistentes e inútiles rascaditas de la prole, que, acordes con el destino de los de su clase, no hacen sino enervar y extender la urticaria.

Sin embargo, abandonando el ámbito descriptivo del fenómeno fisiológico, no hace falta ser muy espabilado para observar que donde mejor se propaga esta epidemia tan incómoda es en el universo del lenguaje simbólico. Allí las ronchas son de tamaño mayúsculo y de escozor insoportable. Para más inri, la relación de alérgenos a combatir me temo que no cabría ni en un formato extendido de las Páginas Amarillas, con escenas eliminadas, tomas falsas y comentarios del director. 

Resulta urticante para cualquier panoli de medio pelo, como el que suscribe, contemplar el dontancredismo de la tripulación que rige la (mala)suerte de los clientes que disfrutamos de este crucero de camarotes angostos y orquesta de verbena, el cual resulta inexorablemente abocado a un naufragio tan trágico como patético. Cuando parece que no se puede tragar un gramo de mugre más, va y salta la liebre en forma de nueva ponzoña que, como si se tratara de un camión de basura descargando en Valdemingómez, se vierte en aluvión de tal forma que de la anterior uno ya no recuerda ni siquiera su pestilente rastro.

Pero, si tan paupérrimo resulta lo que observa uno cuando temerariamente levanta la vista del abrigo que le supone fijar el horizonte de su mirada en los surcos de la acera, qué se puede decir del juicio introspectivo. Ponerse a pensar que algunos con 40 días de oración en el desierto tuvieron tiempo suficiente para aclarar sus dudas y mostrar a cualquier alma desnortada un camino de salvación para la eternidad y otros en cuarenta años apenas hemos hecho nada de provecho, además de picar como para rascarse hasta zaherirse, igual explica el estado actual de las cosas en este ecosistema. Problemas con la cruda inducción aplicada. Hoy la legendaria institución de los Celtics de Boston ha contratado  a un entrenador de treinta y séis años para poner en sus manos su destino y los anhelos de una hinchada de número incalculable. Al mismo tiempo, tus apreciaciones sobre las desventajas de poner los designios del oropel púrpura de California en manos de un entrenador devoto del run&gun, con un 5 de movilidad restringida y talento inexistente para buscar al compañero abierto, quedan para ser escuchadas por compañeros de fatigas a los que les importa un rábano o, en su defecto, por el batiburrillo de servilletas impregnadas en el aceite de las porras de ayer que conforma el substrato en el que emergen las charletas de tasca. Joder, si es que hasta personajes en verdad lacerantes y quintos del 73 le sacan más partido a un Dallas-Memphis y se curran una pedazo canción con acordes de sonido pantanoso y un acordeón que le impregna un aire a jalapeño, ideal para llevar los 37 celsius a la sombra. No sabes nada Jon Nieve.



Comentarios