Quebrantos

Las élites siempre han buscado operar en los claroscuros. Son su hábitat natural, allí donde se desenvuelven como pez en el agua. La exposición les incomoda por definición. Urdidoras del sistema, nunca han tenido dificultad alguna en fabricar el ecosistema de ruedas de prensa sin preguntas que les favorece. Oxímoron del tamaño de la popular placenta de caballo o de las criadillas de ternera que aseguraba comprar mi vecina. Hasta hace bien poco. De un tiempo a esta parte han caído de bruces en la trampa de la sobre-exposición. Y, parece que patinar, patinan con gusto. Las torpezas de celebridades que han bajado al barro de Twitter alcanzan magnitudes comparables con las cifras del rescate a la banca. Ni Departamentos de Comunicación, ni Community Managers conforman diques de calado suficiente como para que una leve marejadilla no saque a relucir lo extenso de su estupidez, tal y como cuatro olas hacen con las algas en la orilla de la playa en los postreros días de septiembre, cuando los veraneantes huyeron hace tiempo y la cuadrilla de limpieza espera ávida un nuevo encargo del dedo empleador del alcalde costero de turno.

Una de las últimas instituciones en mostrar la estrecha proporcionalidad que guarda el tamaño de los ingresos en su balance con la de la holgura de su cintura para hacer el ridículo sin sonrojo alguno es la multinacional de Atlanta. Y no me refiero a la CNN, sino a esa que igual plantea un ERE sin evacuar consultas previas para bajarse los pantalones un mes después, como un martes amanece con un comunicado oficial en ristre pidiendo disculpas por haber contratado al estrangulador de Boston  para un spot, anunciando de paso la retirada del mismo y salir el jueves, sin reparo alguno, comunicando que la retirada de la campaña ya estaba prevista y que en ningún caso tiene que ver con el tipo al que cuarenta y ocho horas antes habían colocado en el disparadero. De nota. Uno, que todavía guarda toneladas de ingenuidad en su mochila con el fin de conservar la emoción del asombro, contempló semejante ridículo con detenimiento para averiguar qué Sansón había doblegado la voluntad del departamento de marketing más exitoso del planeta tierra. Un tal Portero. Un sujeto cuya gran aportación a la historia de la humanidad va a ser haber soportado la pérdida de un padre a manos de un acto de barbarie, injusto y  cruel. Vaya, algo así como lo que está pasando ahora mismo, mientras lees este texto, en quinientos rincones del planeta tirando por lo bajo. Semejante autoridad, por supuesto, le confiere el derecho a pronunciarse sobre la elección del mediocre director de casting de coca cola nada más y nada menos y, quién sabe si cualquier día aparece por casa y me impide echarle cebolla a la tortilla de patatas, claro, si no está en el CERN en ese momento auditando el experimento del dichoso bosón de Higgs. Está bien que la humanidad tenga entre sus integrantes a estos aspirantes a Mc Carthy de mediopelo, referentes morales, que amparados en la lástima a la que la extraviada alteridad obligatoriamente nos impulsa, no sólo la cuidan sino que con cada una de sus marramachadas hacen que dicha emoción se nos acrecente. Si tienen un segundo en sus ocupadas agendas, ahora que me los imagino repartiendo consejos sobre lo que hacer y lo que no, les rogaría abrieran un consultorio en una tele de mierda de esas que quedan vivas en la TDT con el fin de salir de dudas en cualquiera de las que me asaltan a miles. Con saber su posición ya tendría el camino marcado. No hace falta ser muy listo para saber que siempre en el sentido contrario al que propongan.

      

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